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viernes, 18 de noviembre de 2016

PAMELA PALENCIANO - No solo duelen los golpes


Ayer, ayer mismo vi a Pamela Palenciano en directo. Fue en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Un escenario y un entorno excelentes, que acogió con todo el cariño, el respeto y la admiración todas esas verdades que suelta esta mujer valiente, en medio del humor y la ironía, únicos recursos que permiten que sea soportable algo tan, pero tan, duro.
         Yo conocí a Pamela gracias a un amigo, y había visto algunos de sus vídeos. Pero en vivo es aún algo más, porque añade una emoción, una cercanía y un ingenio difícil de apreciar en la pantalla.
         Una compañera de su equipo nos contó para empezar que han estado viviendo, todos ellos: la propia Pamela, sus compañeros de proyecto, su familia... un período de desgaste muy intenso. Con demasiadas representaciones, demasiado intensas, física y, sobre todo, emocionalmente. Que la tensión y el esfuerzo son enormes. Que necesitan parar un poco y reajustar.
         Lo cierto es que después de verla no me cabe duda de que lo que dijo era la pura verdad, y de que aún se quedaba corta. El mismo día, por la mañana, habían hecho otro monólogo en un instituto madrileño. Contaron que había sido muy duro. Con gran parte del público (sobre todo los chicos) poniéndose agresivo y reaccionando muy negativamente a lo que escuchaban. Claro, Pamela hace de espejo de esta sociedad patriarcal y absolutamente desigual. Y eso a muchos no les gusta.
       También nos contaron que son perseguidos, que acumulan denuncias de organismos que la acusan de feminazi, esperpento, mentirosa, radical... Y, claro, viéndola sobre el escenario, desnudándose como lo hace, hablando desde la propia experiencia y desde todo lo que ha aprendido, digerido y vivido durante un montón de años, cualquiera comprende lo difícil (y por supuesto, el desgaste, la factura que le tiene que pasar) que tiene que ser realizar su labor sabiendo que te van a llover los insultos y amenazas, y viendo las caras de desprecio y hasta de odio, porque estás contando cosas que muchos, y hasta muchas, no quieren oír.

Yo creo que lo que hace Pamela, ese proyecto educativo, realmente educativo, y necesario que desarrollan ella y su equipo, debería ser parte obligatoria del programa de estudios de todos los institutos y universidades de España. Lo necesitamos. Necesitamos conocer la realidad que transmite de forma mucho más clara y didáctica que cualquier estudio al uso.
         Por ejemplo, que hay que ir a las causas. Que todo deriva del desequilibrio inmenso que define la sociedad patriarcal, con unos individuos, los hombres, colocados muy arriba respecto a los otros, las mujeres. Con códigos de conducta asignados a cada grupo, de los que no te debes salir. Con derechos y obligaciones tan desiguales, que colocan en cada situación a los hombres en clara posición de superioridad respecto a nosotras, las mujeres. Que se aprovechen o no de ello depende de cómo sea cada uno, pero es difícil luchar todo el tiempo contra aquello que has mamado desde la cuna, que nos han introducido en vena en todos los ámbitos y en todas las épocas.


         Es, por otra parte, la misma desigualdad que han construido el capitalismo y el colonialismo, aliados naturales del patriarcado: primer mundo por encima del tercer mundo, blanco sobre negro, el norte sobre el sur, occidente sobre oriente...

Que la violencia machista se ejerce por tanto desde una situación de poder frente a alguien colocado en una situación inferior. No es lo mismo que el conflicto, un enfrentamiento entre iguales. No. Es la agresión del que ha sido colocado en una posición de fuerza (de respeto, de prestigio) sobre el que ocupa una posición de debilidad. El conflicto tiene tantos puntos de vista como personas implicadas. La violencia solo tiene una versión, el de arriba sobre el de abajo.

Que el estereotipo del amor romántico ha supuesto una prisión para las mujeres.  Que nos enseñan que el amor lo compensa todo, lo merece todo, lo perdona todo. Todo falso. Porque el amor de verdad no duele. Te hace crecer, no te disminuye.

Que nos han contado que no se puede responder a la violencia con violencia. Que si eres mujer, te digan lo que te digan, te hagan lo que te hagan, debes sonreír, perdonar, dialogar, consensuar... Y todo eso es falso. Tenemos derecho a defendernos y a defender nuestros derechos. A discutir, a cuestionar, a levantar la voz

Que hay violencia institucional. Que existen infinidad de actitudes y creencias machistas cotidianas, aparentemente pequeñas, que han mantenido y mantienen ese desigual estado de cosas. Que nos roban el espacio público, acaparan la palabra, nos arrinconan a posiciones desde las que no podemos «molestar».

Pamela ayer se emocionó. Como creo que nos emocionamos todos los que estuvimos con ella en ese espacio universitario. Porque se sintió cuidada y entendida. Porque pudo sentir que hacía de espejo de la vida real, y reflejaba vivencias que, de algún modo, todos hemos contemplado y hasta padecido en propia carne.
         Su abogada le ha dicho que ante las denuncias, es favorable que pueda demostrar que hay gente que estamos con ella, que aplaudimos su mensaje y creemos en su labor. Y que esto se mira, en parte, por el número de seguidores con que cuenta tanto en sus blogs como en las Redes Sociales. Os invito desde aquí, a los que os apetezca, a que os suméis al grupo de los que confiamos en que este discurso, esta reflexión y esta protesta, siguen siendo tan necesarios como siempre. 

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