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martes, 27 de enero de 2015

Un fantasma enamorado

Vernon Lee

Se trata de una novela corta que se desarrolla en una mansión campestre en el condado de Kent, Inglaterra. Concretamente en una casa llamada Okehurst.
         De hecho el título de la novela varió en posteriores ediciones, pasando a ser conocida como Oke de Okehurst, lo que da idea de la importancia que se concede en la trama del libro al legado familiar y a esa residencia con historia propia que tanto va a influir en las vidas de los personajes que la habitan.
         La novela arranca de la mano de quien será su narrador, un pintor que vive en la ciudad y al que contrata Mr. Oke para realizar su retrato y el de su esposa. Nuestro artista tendrá que desplazarse a la mansión de Okehurst y será quien nos haga de guía a través de las vicisitudes de la novela y los intrincados laberintos de la antigua mansión.
         Todo lo veremos a través de los ojos del artista, y a través de su personalidad y sus gustos. No se puede negar que es un hombre algo esnob, que huye despavorido de la vulgaridad y las cosas corrientes y se deleita con lo excepcional. Es por eso que, desde el principio, se siente enormemente cautivado por la señora de la casa, Alicia Oke, una criatura singular en todos los sentidos, desde su apariencia física hasta sus preferencias y su manera de comportarse. Su marido en cambio no despierta de momento grandes simpatías en el pintor, que le considera demasiado típico, demasiado "adecuado" en su continuo esfuerzo por ajustarse al estereotipo de perfecto caballero rural inglés.
         El pintor no logra conectar con la dueña de la casa, de la que solo es capaz de hacer algún boceto; hasta que se da cuenta de un hecho curioso. Alicia Oke tiene un enorme parecido con una dama que aparece retratada en uno de los lienzos de la casa, fechado en el siglo XVII. Bien, nuestro artista ha dado con la clave, pues la citada dama, y el triángulo amoroso que protagonizó, constituyen la primera y única obsesión vital de su clienta.
         De boca de la señora y de su esposo conocerá la historia completa: un antepasado de ambos, puesto que los Oke son primos, llamado Nicholas Oke se casó con una dama de una familia vecina, Alicia Oke. A la mansión llega un forastero, poeta, de nombre Christopher Lovelock, que se convertirá en amante de la señora. Cuenta la tradición que el marido, consumido por los celos, le dio muerte una noche, fingiendo un asalto de bandoleros. Pero lo más pintoresco del caso es que contó al parecer con un ayudante para el crimen, la propia Alicia Oke disfrazada de hombre. Y la nueva señora Oke, la que tiene que retratar nuestro pintor, vive pendiente de aquella historia pasada, que a su marido le horroriza, y se siente en la piel de aquella antepasada que mató por amor, aunque fuera un amor obsesionado y posesivo. Se viste como la mujer del cuadro, sueña con el amor del poeta muerto, lee una y otra vez sus cartas, sus poemas... De algún modo el pasado revive en aquella casa y les conduce a todos, inexorablemente, al único desenlace posible.



Bien, hasta aquí el argumento de "Un fantasma enamorado". Analicemos ahora sus rasgos propios.
         Un aspecto muy importante en la obra, donde podemos ver "la mano" personal de la autora, es ese amor por el pasado. Para Vernon Lee, amante de la historia y del arte de otros tiempos, el pasado es un mundo acogedor al que ir y volver con frecuencia, un espacio donde refugiarse del presente, menos hermoso y novelesco. Igual que hace Alicia Oke, su protagonista femenina, quien vive el pasado con mucha mayor entrega que el presente y establece con esos personajes incorpóreos, que ya no existen, relaciones mucho más vívidas y significativas que las que mantiene con nadie de su entorno. Y su marido, de manera involuntaria, también acabará representando un papel en ese drama que corresponde a otros. Son vidas vividas en el pensamiento, con poco contacto con su mundo, con poca influencia en la realidad que les ha tocado en suerte.
         Por otra parte, en la novela aparece representado, también claramente, ese concepto que decíamos era tan importante para Vernon Lee y que ella modeló a su medida, el del genius loci (en origen, espíritu de un lugar y hoy en día, de forma más prosaica, sus características propias), el poder evocador e incluso afectivo que ciertos lugares ejercen sobre nosotros. La influencia recíproca entre nosotros y nuestro entorno.
         Es algo que se repite en muchas novelas, porque es algo real para muchos de nosotros. Recuerdo haber leído en el prólogo de Cumbres Borrascosas escrito por Victoria Ocampo, que a la hora de tratar de captar de verdad a su autora, Emily Brontë, tomó contacto con los objetos que habían sido suyos, su casa, sus paisajes... Porque el espíritu de Emily seguía en ellos y porque ellos habían modelado de algún modo sus emociones y sus pensamientos.
         Pero no es esta, la que establecemos con cosas o entornos, una relación de posesión, no es que el hecho de tener esos objetos o poseer esos lugares, ser dueños de esas casas, nos haga sentir «más», nos aporte poder o sensación de riqueza. —A veces son incluso posesiones más que modestas—. Es más bien que llegamos a amarlos, que nos sentimos vinculados estrechamente a ellos y llegamos a imprimirles nuestra propia esencia en una simbiosis mutua. ¿Qué magia percibimos cuando nos encontramos ante ciertos acontecimientos inesperados? ¿Por qué sentimos una inmediata conexión con determinadas personas, por qué el enamoramiento imprevisto ante ciertos lugares?
         Eso es lo que hay en el fondo de esta novela, enamorarse de un fantasma, vincularse a unos seres del pasado y a una historia trágica en un lugar marcado, por más que sepamos que el mundo, el verdadero mundo de ahí afuera, nos está esperando.

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